Escribir, ¡Miércoles!

Me senté en un poyo del Ducuara, con el único y firme propósito de escribir “un artículo Sin Pretextos”; una carpa azul del hospital Federico lleras acosta, donde algunos se acercaban a donar sangre captó mi atención, después lo hizo una chica exhibiendo sus hermosas piernas, luego una formula de física se interpuso entre mi pensamiento y el silencio, y finalizó Aristófanes en boca de un par de catedráticos. Me ubiqué lejos de los catedráticos a sabiendas de que por más que buscara concentración y un tema para escribir, no lo iba a encontrar. Por supuesto en ese momento algo debía pasar, y no era cualquier cosa, o cosa común, un sonido molesto interrumpió, levanté la mirada y ¡Oh imagen grotesca para mi ignorante percepción!, un tipo jugaba a la gimnasia rítmica con cintas verdes y amarillas, giraban en el aire. Acto seguido, agenda y lapicero a la mochila, pero como dijo Pablo: “si alguna vez me siento derrotado, renuncio a ver el sol cada mañana”; lugar tranquilo, ojo a la hoja, piensa, escribe, tienes que hacerlo, es miércoles, muy seguramente mañana será jueves, artículo, no hay pretextos.

La atmosfera nocturna, el silencio, la soledad, el computador, yo, y una hoja en blanco esperando a que le contaran una historia o al menos dispuesta a “escucharme”, pero así como permanecía la hoja permanecía mi mente, en blanco, con tanto por decir, sin encontrar palabras para expresarlo, y el editor enviando mensajes cada 5 minutos que me recordaban de una forma poco sutil, que el articulo era para el día siguiente, y seguramente el día siguiente seria jueves.

Hay quienes escriben constantemente, su día finaliza con lapicero en mano y una frase que me estremece: “querido diario”, hay otros que escriben canciones y poesías (o creen hacerlo), y si corren con suerte le ponen un ruido de fondo y la convierten en reggaetón, (pero ese tema será abordado lueguito); hay quienes escriben cartas de amor, y quienes escriben versos, guiones, arias, columnas, crónicas, endechas, diatribas, graffitis, panfletos, libros, y hay quienes escriben ensayos sobre la ceguera, y aunque su mente culta no lo crea, hay quienes escriben con excrementos en las paredes de los baños (y para escribir no utilizan necesariamente bolígrafos especiales o palitas de exámenes coprológicos).

Pero hay algunos que como yo y quizá como usted no escribimos más de lo necesario, y preferimos dar los regalos sin tarjeta, porque no encontramos que escribir en los espacios del “de” y el “para”. Es un karma encontrarnos con el momento perfecto para escribir, porque no hallamos que plasmar en la hoja, y lo que es aún peor, nos da pavor ser leídos; ser leído es de una u otra forma desnudarse ante el lector, y verdaderamente pocos tenemos esta vocación nudista.

Escribir es como aprender a montar en bicicleta padeciendo la enfermedad de Ménière, y escribir para ser leído, es como hacer lo mismo pero esta vez en público; caída tras caída, algunos nos ayudaran a ponernos en pie, otros se burlaran, seguramente habrán quienes hagan mucha fuerza para que caigamos de la peor manera, y no faltara, el que dé una ayudita extra a la caída poniendo piedras y tachuelas en el suelo.

Sabiamente decía el escritor español Camilo José Cela: “el premio de quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano”; y claro está que el camino que conduce al corazón del lector más lejano lo crea el escritor, y lo erige con letras, de las cuales muchas, más que camino serán tropiezos; y seguramente entre menos pasos se den más tropiezos se darán.

Así que a quienes nos duele tanto la mano para escribir, es precisamente porque lo practicamos con la misma constancia con la que algunas mujeres se practican la citología, pero en definitiva nos encontramos ante el mundo “sin pretextos” para dejar de escribir, así escribamos tropiezos, y muchas veces personas (como ustedes en este momento) sean las victimas de tales tropiezos. Pero qué más da, al fin y al cabo mañana seguramente será jueves.

Camilo Padilla.

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