La divina alegoría


Si la profunda memoria no me falla, durante este veloz instante, vuelvo a recordar mi antigua fuga del castillo infernal; hace un siglo imaginario de ustedes, hombres de cuerpos móviles, ustedes seres mortales, seres miedosos del amor. Ya respecto a mi tiempo real, me lo pasé sufriendo bajo los dominios terrenales, durante casi todo un milenio errático. Fui ciertamente para aquella existencia, una retratista brillante en aquel mundo de sonámbulos, un mundo plagado de seres malsanos y ellos a la vez homicidas. Menos mal, mediante mi facultad creadora, sigo aún con vida, pero ya me sé residente en otro universo posible, antes descubierto por mí arte del dibujo. Del ahogo pasado, trataba yo además de volarme de aquel castillo tan temido. Procuraba mi huida rompiendo los espejos del enfoque equidistante. Entre las otras rutinas, me atraían los cuentos de gabo, debido a su poder íntimamente fantástico. Y yo, prisionera en mi cuerpo de mujer transformista, luchaba por hundirme en cada amor trágico del escritor incierto. Sola entonces, sola bajo una noche de guerras infaustas, mientras leía alguno de sus cuentos, por fin hube de llegar al final del abismo, sucedió cuando la pintura viva del horror, se abrió en mil pedazos y enseguida yo fui cayéndome, hacia arriba del otro castillo perdido, viéndolo todo rodeado de vidrios traslúcidos. Ahora bien, ahora yo piadosa, me paseo por otros anchos pasillos pintorescos, ahora yo risueña, salgo a recorrer unos lindos patios de florescencia; ahora yo encantada, miro cada decorado del jardín de la espiritualidad. Para mí es como sentir un paraíso de paz. Hay bosques azules sembrados atrás de los mares hundidos. Hay navíos surcando ríos de nebulosas estelares. Para mí es como acariciar una tierra blanca. De hecho aquí, arriba en este gran imperio inmortal, habitan muchas angelitas y angelitos, quienes mantienen jugando entre los cielos rotos, igual de libres a sus bailes inocentes, entre los vientos invisibles. Y así ya, sin ningún fin, así de voladora, así de mágica; mi unción de hoy es bella y bella como las madrugadas en lluvias de escarchas, hoy presenciadas en esta única alegoría, mi divina alegoría.

Rusvelt Julián Nivia.
Finalista del concurso de poesía, Ferial del libro Moreno, provincia de Buenos Aires, Argentina, literatura extranjera.

3 comentarios:

  1. Encuentro decoroso este cuento, texto que obtuvo un reconocimiento en un concurso literario. Es tolimense el hacedor, ¿verdad? ¿De qué ciudad?
    Hay maneras de ser de la literatura que encajan maravillosamente en la levedad de la palabra, y por fortuna aún hay quienes pretender cultivarlas. Es indiscutible el trabajo que hubo de hacer el autor en "la divina alegoría". Y del intitulado deviene totalmente el tino, porque el hilado manifiesta, en su gran parte, manejo prolijo de las alegorías que al cabo de la primera repasada al lector a releer, y nuevamente - si ha de faltar un mar, un espejo, un jardín inespecíficos- no queda más remedio que tomarlo entre ojos por enésima vez y saborearlo.

    De mi parte, espero que el autor continúe su tarea, lo cual es signo de esperanza para las letras del Tolima.
    A la revista y por supuesto a todo el cenáculo curioso de jóvenes contribuyentes, un abrazo fraternal, y agredecimientos a montones por los espacios que están generando.

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  2. Dice Rusvelt, gracias a los promotores de la revista. Estamos escribiendo literatura. Corriendo en vísperas de una mañana mejor y no una nocha infastuosa. Me quedo alegre con la publicación y un saludo a Omar Rivera, amigo de la santa poesía...

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  3. Para mí es afable esta lectura. La considero placentera y estéticamente buena. Saludo a su creador y doy mis sinceras felicitaciones.

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