Voces inocentes, amores inocentes.

Las guerras cobran vidas inofensivas todos los días. Nuestro país, desafortunadamente, ha sido testigo de un doloroso, extenso, cruel y a veces olvidadizo. Aunque la película muestra la realidad del El Salvador en la década de los ochenta, también refleja un presente no muy lejano de las ciudades en nuestro país, donde centenares de niños y jóvenes son reclutados por grupos al margen de la ley para ser educados en el arte de la guerra. Claro, la diferencia entre el film y la realidad colombiana es que en El Salvador quienes reclutaban eran los militares, supuestos veladores de la seguridad de la sociedad civil.

Chava es un niño de 11 años, con ojos grandes y expresivos y un corazón enamoradizo en primera instancia. A pesar de su fragilidad ante la guerra, tiene miedo de cumplir años, de no poder escuchar su radio, de esconderse, de demorarse al llegar a casa y que su mamá lo regañe… de perder su vida…

Los 12 años en la película, que está basada en la vida real, es sinónimo de temor, de huida y de escondidas masivas en los techos de las casas a contar estrellas hasta que los reclutas se han ido.

Tal vez lo que más me gusto, y sin el temor de ser cursi, es la inocente historia de amor que se teje en la trama de la película. Chava y Cristina María viven su primer amor en medio de una guerra que los persigue hasta en las aulas de la escuela, un conflicto absurdo en el que escuchar una canción en particular puede ser sinónimo de rebelión, pero que no impide que Cristina María le regale un par de pilas para que el radio que tiene Chava siga funcionando.

El drama, visto desde los ojos de los niños, puede llegar a tener un sentido menos trágico en comparación con un espectador mayor, debido a que desde la inocencia, la visión es reducida, el peligro es menos relevante, la imaginación prima en un entorno donde las oportunidades son casi nulas y no hay espacio público para expresarse.

Pero definitivamente la razón principal para ver esta película es la actuación. Son niños muy talentosos, el protagonista refleja toda la crueldad, la tristeza y la alegría según las escenas que representa; es totalmente creíble. Los planos junto con la banda sonora hacen un juego perfecto para que este film sea un producto de muy buena calidad. Destaco principalmente la canción “Razones” de la artista española Bebe: me creó un nudo en la garganta.

No hay pretextos para verse la película, relacionarla con nuestro entorno y ¿por qué no?, aprender de ella.

Dirección: Luis Mandoki.
País: México.
Año: 2004.
Duración: 120 min.
Género: Drama.

1 comentario:

  1. ¿Saben? Una noche enferma de mis padecimientos, arribé a caza no sin la certeza del miedo que me provoca la luz mortecina de la bombilla, la cama mía vacía y desmantelada, los libros mismos en los anaqueles de la palabra y el recuerdo, y la televisora oscurecida por su silencio, ese mismo que yo siempre le doy en las mañanas y tardes, procurando vencer la arremetida de los productores necios de televisión en Colombia. Pero tuve una vez de nostalgia, ganas de hundir mis ojos en laberintos faunáticos, cegarme en la carrera por vislumbrar las inconsistencias que dan el abandono y la soledad; así que encendí la huera caja, y me topé, al punto de consternarme, con esta película. ¡Imagínense! Aquella noche, como suele pasar acostumbradamente, no sellaron mis párpados, ni cansaron mis facultades, no desistí, no dormí, sino que vi desde un poco más del comienzo, hasta muy preciso el final, esta cruda estampa de la crueldad de las gentes inventoras de realidades calamitosas. Te leí Adrianita, y algo así como tú, yo me sentí.

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