Señores críticos: se nos olvidó criticar

Escribir una crítica sobre las propuestas en las tablas del teatro Ibaguereño, se ha convertido en un juego de intereses que recaen en exponer inconformismos personales,  donde se subraya la poca objetividad de  los supuestos textos de carácter crítico, que bajo una tinta  de  tonalidad oscura, actúan bajo el influjo de un sentimiento resentido que desea apuñalar y abortar toda actividad que intente nacer y formarse en esta ciudad. Podemos encontrar en venenosos escritos, todo un conglomerado de patrañas y sátiras que ni siquiera están bien escritas, todo esto con aras a desvirtuar el trabajo de los pocos que se atreven a embarcarse en este arte. Desde luego estos textos que intentan generar juicios de valor de manera objetiva, a través de aspectos de análisis como la semiótica teatral, camuflan por medio de un metalenguaje  la mofa de los “críticos” de nuestra ciudad, quienes en busca de la caída del otro construyen su asenso hacia el pedestal de los seres intelectuales del arte dramático en el Tolima.

En este sentido, la supuesta crítica se convierte en un pretexto que responde a la necesidad de mostrarse como útil dentro del teatro, pues si no se hace por medio de las tablas se debe hacer a través de las guillotinas que no perdonan procesos de cambio. Por supuesto el mal teatrista necesita de la crítica para poder salir del fango de la nada; lo que nos lleva a pensar que sus juicios de valor están permeados por el resentimiento y la frustración, que determina en sus aportes escriturales un rol de criticón.

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un crítico y un criticón?, como es de notarse la crítica es un medio que permite evaluar de manera objetiva los procesos que se llevan a cabo en cualquier área, por lo tanto descubre las debilidades y fortalezas que le preceden a cada asunto. Así, sino se tiene claro el concepto, en lugares tan concurridos de la red como Wikipedia se puede encontrar definiciones elementales como: “una formula, una opinión positiva o negativa basándose en la argumentación y el análisis”[1] que como puede apreciarse debe estar sustentada en verdaderas teorías y no en subjetivemas que solo aportan comentarios melancólicos, rabiosos o  iracundos que al medio teatral de nada le sirve. Con esto no se quiere decir que la crítica no tenga un grado de subjetividad, pero señores críticos ¿De qué vale el razonamiento cuando la emocionalidad guía la mano que escribe? Si bien la objetividad tiene sus abismos, debe uno como crítico morderse la lengua para que sangren los gusanos de la impertinencia, pues no es ético para la historia del teatro, que tachen a través de los años a una obra de mala, por simples comentarios de un criticón que no supo hacer de crítico.

Nos queda por añadir entonces que una puesta en escena está hecha para ser criticada, para que se evalúe su proceso estético y cognitivo en el arte, más no para ser devaluada, pisoteada y abarrotada a nociones llanas carentes de cualquier argumento. Entiéndase bien, tanto la actividad teatral en Ibagué como los actores que la integran no necesitamos más criticones que sobrepongan sus cosmovisiones sobre la puesta en escena, el esfuerzo que requiere montarla, los meses de trabajo que se suman y el proceso de cambio al que está expuesta la escuela. Necesitamos verdaderos críticos que valoren en los actores y en las muestras teatrales verdaderos hechos artísticos que a pesar de sostenerse en la afición intentan mostrar con mucho esfuerzo la imagen de un posible profesionalización.

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