“El árbol imaginado” de Carlos Flaminio Rivera

     Los prejuicios frente a la producción literaria, hoy por hoy, en el Tolima, siempre subyacen de manera negativa en el inconsciente colectivo de quienes tratamos de visualizar ese tipo de manifestaciones culturales. No obstante, he de decir que esas concepciones son producto, únicamente, del desconocimiento de algunos autores, que si bien no cuentan con el reconocimiento que se debe, hacen literatura sin caer en pretensiones de escribas comerciales, con el pretexto de obtener un renombre en el difícil campo de las letras.



     Hace un tiempo, el director de esta revista andaba de arriba para abajo con un libro blanco  de una sencillez poco atractiva en su portada, encantado por lo gustosa que le había parecido la lectura. El libro: “El árbol imaginado”. El autor: Carlos Flaminio Rivera, libanense. Así pues, sin conocer de antemano la obra literaria de este escritor –con sinceridad, dudaba de su calidad-, me dispuse a leerlo con la decepción que tenía por algunas malas lecturas previas.

     “El árbol imaginado” es, sin temor a equivocarme, más que una alegoría a la belleza natural, la más precisa y sana descripción de lo fastuosa e infinita que es la naturaleza, esa madre tan despreciada por todos nosotros, y del sueño popular de una emancipación por medio del conocimiento y no de la guerra. El libro está ambientado durante la fabulosa Expedición Botánica del sabio José Celestino Mutis. Empero, tratar de unificar un solo argumento para la novela podría ser una brava errata, pese a los apartes de la historia en los que se narran las vivencias de Don Emilio Estupiñán del Alto, venido desde España a estas tierras tan menospreciadas durante la época colonial, y su itinerario tan usual por las aguas del Río Magadalena hasta cada uno de los puertos importantes y otros sitios no muy mencionados por la historia oficial. En esa medida, muchos podrían recurrir al prejuicio de que la novela no cuenta con argumentos originales: Las mismas descripciones de los próceres como santos, los mismos sitios donde estos convergen y la misma idea de emancipación, al mejor estilo de “El general en su laberinto”, “En busca de Bolivar” y otras tantas obras de renombre. Así pues, en contraparte, yo les digo que esta novela goza de una estética única y hasta parecería odioso encasillarla como una más de las simples novelas sobre la independencia.

     A partir de ello, se pueden describir las diferencias en esa prosa tan cercana al verso y en la capacidad del autor para transmitirnos todo tipo de olores, sabores, visiones, tactos, gustos y ensoñaciones, provenientes de la susodicha riqueza natural que el sabio Mutis y su dibujante van referenciando a lo largo de la novela. Eso sin contar las apreciaciones quizá más sabias de un herbolario nativo, guía de los botánicos, y quien permite tanto a los personajes de la obra como a los lectores, degustar de concepciones naturalistas totalmente distintas a las del pensamiento europeo de la época. Por ejemplo, su eterna veneración a la montaña ‘Mineima’ desde donde todas las creencias no cristianas, convergen en idolatrías tan fantásticas como poéticas. Además, el pensamiento supremamente racional frente a los atropellos de los ‘civilizados’ españoles y sus pedanterías por la riqueza y el poder.

     Por otra parte, las apariciones tan precisas de Antonio Nariño dentro de los pasajes de la novela, brindan la historia más argumentos históricos, partiendo de la creación de la imprenta llamada ‘La patriótica’ y el influjo de muchos criollos de las ideas ilustradas francesas como Rosseu y Montesquiu, hasta las marcadas imprecisiones del virreinato, que por ese entonces, había olvidado gobernar.

     En suma, “El árbol imaginado” ofrece distintas posibilidades para los distintos tipos de lector. Hay quienes pueden disfrutar de la narrativa amena en la que se va desarrollando la historia emancipadora desde otras miradas, quienes pueden alucinar con la poesía de la naturaleza que propone el autor o quienes simplemente deseen conocer literatura de poco renombre, pues como dice en la contraportada del libro: “Los libros de Carlos Flaminio Rivera dan cuenta de un trabajo silencioso, de un sumergimiento en la escritura. […] Sus historias manifiestan una honda inquietud por ese residuo de utopías que van dejando el hombre y sus razones.

     Para terminar, sería una redundancia aludir al gusto que me generó este libro. Sin más, me queda invitar a los lectores de esta nota a que se empapen, así sea un poco, de literatura hecha en el departamento. Con cosas de todo tipo se puede uno encontrar.

Título: “El árbol Imaginado”
Autor: Carlos Flaminio Rivera
Editorial: Biblioteca Libanense de Cultura
193 pgs. 

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